Bedru, un habitante de Etiopía, vivía como la mayoría de su comunidad local, como un musulmán devoto. Sin embargo, un encuentro sobrenatural con Jesús cambió el curso de su vida para siempre y a partir de ese momento, enfrentaron discriminación y fueron tratados como ciudadanos de menor categoría.

Su decisión de seguir a Cristo no solo transformó su propia existencia, sino también la de su familia, aunado a ello se revela la difícil situación que muchos conversos al cristianismo en Etiopía deben afrontar, según el informe de Puertas Abiertas.

Después de que los residentes notaron que tenían la Biblia en su posesión, comenzaron a ser víctimas de insultos constantes. La hostilidad se volvió una parte regular de su día a día. Experimentaron ataques con piedras, incendios provocados en sus hogares y daños en sus campos agrícolas.

El día del fuego, el hijo menor de Bedru, de tan solo 3 años, experimentó una violencia atroz: «Cuando escapamos de nuestra casa en llamas, la multitud tomó a mi hijo y lo lanzó al fuego. Me precipité hacia las llamas y lo rescaté».

Incluso en ese instante, la familia glorificaba a Dios y entonaba un canto que decía: «¡Rey del cielo y de la tierra! Señor, ten piedad de nosotros». Observaron la devastación de todas sus posesiones, pero nada pudo derribar su fe en Jesús. Bedru también logró salvar parte de su ganado.

La hija adolescente de Bedru, también habló sobre el sufrimiento que los musulmanes enfrentan, ya que ha sido presionada para renunciar a Jesús.

“Me dijeron: ustedes eran musulmanes, pero nos dieron la espalda cuando se hicieron cristianos. Vuelve con nosotros o nunca te casarás”, recordó diciendo que ella ya está casada con Cristo.

En contextos de persecución, las mujeres cristianas a menudo enfrentan dificultades para casarse y formar una familia feliz, ya que los musulmanes radicales intentan llevarlas a su fe y les prohíben asistir a la iglesia. Además, las jóvenes esposas cristianas suelen sufrir abusos y son obligadas a seguir el Islam por sus propios familiares.

En algunos casos extremos, incluso pueden ser asesinadas para «restaurar el honor de la familia».